En realidad, la magia está dentro de nosotros. Lo que logra el Camino es que aflore al exterior. Tal vez esa sea la auténtica magia del Camino: que deja al descubierto nuestra magia. Al desnudo. A la intemperie.
Creemos que descubrimos la magia en el paisaje que nos abruma y nos envuelve, en el bosque profundo, en la inmensidad inabarcable de un amanecer, en la propia soledad de andar solos y de estarlo verdaderamente. Y es cierto que existe ese halo invisible, ese hilo conductor que nos une el alma a la tierra, indisolublemente.
Pero la magia que no esperamos descubrir es la de la sonrisa haciendo frente al cansancio propio y ajeno, la de la mano tendida cuando las piernas flojean, la del deseo inacabable de que el Camino nos sea realmente bueno.
Y esa magia nos atrapa para siempre.
El Camino nos vuelve mágicos. O nos hace descubrir que lo somos.
No es posible sentir la plenitud de ser peregrino si no se cree en la magia...
(Fotografía: Carlos Solano Oropesa.- http://caminodesantiago.consumer.es/fotografias/2012/03/27/133666.php) |
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