Yo concebí el Camino como una acción de gracias. Cuando llegó el momento oportuno para hacerlo, acababa de culminar un viaje por la vida -uno de tantos- de más de diez años y sentía la necesidad de dar gracias por ello. Gracias a Dios, claro. O a mi concepción de Dios, un tanto difusa después de muchas dudas y ciertos momentos de densa oscuridad. No trataba de cumplir promesa alguna ni un compromiso adquirido siquiera conmigo mismo. Hacer el Camino se me antojaba como una oportunidad de llegar a una meta verdadera, tras el largo camino que emprendiera once años antes. Una meta. Un destino. Un punto y aparte.
Caminar en acción de gracias. Solo. Para encontrarme y encontrarle. Despojado de cargos y de cargas, de apariencias que tantas veces me hicieron ser lo que no soy. En el Camino podía ser, simplemente, quien soy, sin más carga que la de un poco de ropa y unas zapatillas de deporte metidas en la mochila, un poncho para el agua y una cantimplora para la sed. Simplemente quien soy. Sin más cargo que el de ser un simple peregrino, desconocido para todos, anónimo caminante mientras que nadie preguntara por mi nombre. Anónimo caminante. Alejado de juicios y prejuicios. Uno más. Y cuando nadie más hubiera en cualquiera de mis puntos cardinales, uno menos.
En el Camino descubrí un yo desconocido, incluso para mí. Me lo encontré de pronto, andando conmigo. También descubrí que Dios, en realidad, no estaba fuera, pero a veces salía y se escapaba de mi alma, sin irse del todo. Y descubrí que, a veces, era capaz de mirar el mundo con los propios ojos de Dios. Y fui capaz de descubrirle en un mundo contemplado con sus ojos.
Con sus ojos contemplé el mar de nubes en el amanecer de O Cebreiro. Y allí descubrí que no iba a Compostela a dar las gracias. Que Compostela no iba a ser una meta sino un comienzo. Que mi acción de gracias no iba a ser cuestión de unos días, de unas pocas etapas, de un Camino empezado y terminado, de un destino al que llegas y queda ya cumplido para siempre. Que Compostela nunca podría ser un punto y aparte. Solo un punto y seguido.
Solo el punto y seguido que precede al inicio sin fin de un nuevo inicio.