Déjate atrapar. Deja que el Camino te seduzca y te
haga suyo, que te atrape, que te envuelva, que te bese y te acaricie. Que te
desnude el alma y la haga temblar. Y te haga temblar.
Deja que el Camino te traspase la piel y te recorra
la sangre. Déjale que te susurre en el oído palabras sin palabras. Deja que te
cuente sus viejas historias de amores y desamores peregrinos.
Deja que te ame.
Y enamórate.
Apasionadamente.
Y si te preguntan qué es ser peregrino, responde que
es saberte un loco enamorado que sueña y tiembla, tiembla y sueña con volver a
encontrarse con su amor en la próxima esquina de la magia...
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