Me leías y te sentías peregrino conmigo. Me escribías para decirme que lo habías leído "con el corazón" y que mis letras te dejaban "un buen sabor en el alma". Siempre seguiste mis pasos, adonde quiera que los mismos se dirigieran. También a Santiago, desde el alma. Y me hubieras seguido con tus pies, a poco que hubieras podido. Creo que llegaste a entender, en unas pocas líneas, mis vacíos y mis ausencias de Dios, mis huellas perdidas en caminos que no eran el mío, el por qué de coger cada año una mochila e irme a buscarme o a encontrarme o a perderme o a todo a la vez en esa lejanía de una distancia que parece enorme cuando se cuenta en kilómetros. Lloraste de emoción cuando mi voz quebrada te anunció que ya estaba en Compostela, la primera vez de aquella "locura" de marcharme "solo". Tal vez no lo entendías pero sentías que para mí era algo grande. Y eso ya te era suficiente. Con el tiempo, me leíste. Y lo entendiste. Y tú también te sentiste peregrino. Conmigo.
El tiempo pasa demasiado deprisa. Hace mes y medio que volví a hablar contigo desde el Obradoiro, con la voz más quebrada que nunca. "He llegado, papá. Que te quiero mucho". Nunca fui pródigo en muestras de cariño pero aquel día precisaba que lo supieras. Que supieras que venías conmigo a Santiago, desde el alma, porque con los pies no podías.
Ahora eres tú quien te has marchado, peregrino. Solo. Como en aquella "locura" de mi primera vez. Ahora eres tú quien te has ido por ese Camino de la Luz que conduce hasta el mismo Pórtico de la Gloria. Al Verdadero. Al que llegan los Peregrinos de la Vida, sin más equipaje que el del alma, dispuestos a cruzarlo para Siempre.
En mi próximo Camino, saldré a buscarte. Y espero encontrarte en todos los espacios y en todos los senderos, en los puentes de piedra y en el arrullo dulce de todos los arroyos, en el viejo castaño y en la niebla baja, en cada amanecer y en cada ocaso, en la piedra desnuda y en la flecha amarilla de todos los rincones, en la ermita vacía y en el contorno de mi propia sombra, en los rayos del sol que traspasa las copas del bosque frondoso y en la luna de siempre en el cielo de siempre cuajado de estrellas.
Que sepas que volveré al Camino a encontrarme contigo, Peregrino del Alma.
Y esta vez llegaremos juntos a nuestra particular Compostela.
(Fotografía: Juan Ramón Llavorí.- http://juanramonllavori.blogspot.com.es/2012/11/hola-que-tal.html)
(Fotografía: Juan Ramón Llavorí.- http://juanramonllavori.blogspot.com.es/2012/11/hola-que-tal.html)