Allí regresas, en los sueños repetidos de las noches donde te buscas y te encuentras, allí, allí donde llegaste con los pies heridos y el alma cosida a costurones, rehecha, latiéndote el pulso en las sienes, en la piel, en todos los sentidos que van más allá de los sentidos. Allí vuelves, en ese viaje peregrino que rompe la rutina y los vacíos, los ecos sordos de la ciudad, el camino sin rumbo de lo cotidiano. Y allí estás, entre la bruma del sueño, contemplando una vez más el infinito entre dos torres.
Despiertas. La niebla se disipa. Regresas a la vida.
Al alma peregrina se le suelta una costura.

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