"Lo esencial es invisible a los ojos" (Antoine de Saint-Exupéry.- "El Principito")
Más allá del hermoso paisaje, del bosque encantado y que encanta, de la estrecha y sombría corredoira, de todo lo que puede verse y admirarse, está lo esencial. Que es invisible a los ojos. O que solo puede contemplarse -y entenderse- desde las profundas miradas del alma.
Por eso, el Camino no hay que andarlo sino sentirlo.
Andarlo, tan solo nos hace caminantes, senderistas, amantes de las rutas y de los espacios naturales. O simples mochileros que tratan de escapar de la rutina, tal vez aventureros de ida y vuelta, tal vez descubridores de una forma ideal de pasar las vacaciones.
Sentirlo, en cambio, nos hace peregrinos. Porque solo al sentirlo somos capaces de descubrir lo esencial: que no es el peregrino quien hace al Camino sino que es el Camino quien hace al peregrino, en el justo momento en que se adueña de él y se le incrusta en la sangre y en los huesos. Enamorándolo.
Y un alma enamorada no mira lo que todos miran. Ni ve lo que todos ven.
Un alma enamorada es capaz de ver todo aquello que es invisible a los ojos.
Algunos le llaman Dios...
Lo de menos es el nombre...