Deja que el Camino
te seduzca
y te haga suyo,
que te atrape,
que te envuelva,
que te bese
y te acaricie.
Que te desnude el alma
y la haga temblar.
Y te haga temblar.
Deja que el Camino
te traspase la piel
y te recorra la sangre.
Déjale
que te susurre en el oído
palabras sin palabras.
Deja que te cuente
sus viejas historias
de amores y desamores
peregrinos.
Deja que te ame.
Y enamórate.
Apasionadamente.
Y si te preguntan
qué es ser peregrino,
responde que es saberte
un loco enamorado
que sueña y tiembla,
tiembla y sueña
con volver
a encontrarse
con su amor
en la próxima esquina
de la magia...