(Fotografía.- https://www.instagram.com/p/B8j2RJcnTMg/) |
La monotonía del paisaje invita a la mirada interior. Las largas llanuras, el páramo rudo y despojado de sombras, las interminables rectas donde se aleja el horizonte a cada paso, te hacen regresar a ti, a lo más profundo de tus adentros y de tus silencios. Cuando el Camino llanea, no todo se vuelve más sencillo. La soledad aprieta. Y duelen las ausencias inevitables. Y no existen refugios para el alma en los áridos páramos de uno mismo. Tal vez allí, en la monotonía hiriente de un paisaje que deja al peregrino al descubierto y enfrentado a sí mismo como ser y como esencia, uno plantea todas las preguntas, confiando en que el Camino le brinde todas las respuestas. Y responderá el Camino. Después, cuando vuelvan las sombras y se acerque el horizonte a cada paso...