Sobre el muro de piedra, la señal precisa. Allí donde falta la señal, unas manos peregrinas la pintaron para guiar los pasos de otros peregrinos. Dejaron una marca inconfundible, un signo inequívoco, una brújula sin más puntos cardinales que aquel que marca el rumbo a Compostela.
Cada flecha amarilla del Camino es un inmenso ¡Ultreia! gritado por las voces anónimas de tantos peregrinos que siguieron su estela. ¡Adelante! ¡Ánimo! Que más allá está Santiago.
¡Et Suseia!... Y más arriba, peregrino, y más arriba...
¡Hasta las mismas puertas de la Gloria del Apóstol!