Volver al Camino es hacer un paréntesis en el peregrinar del camino cotidiano. El Camino, el que escribo con mayúsculas porque solo puede nombrarse con mayúsculas, me ha ido arrancando, poco a poco, trozos de mi ser para hacerlos suyos. Seductor y posesivo, me ha ido enamorando hasta apropiarse de un "yo" que solo se completa cuando vuelve a encontrarse en la inmensa plenitud de las sendas que conducen a Santiago. Por eso regreso. A encontrarme. A completarme. En dirección a una Compostela que se multiplica infinitamente para bocetarse en cada punto de inicio y de llegada de cada día. Mis particulares Compostela sin Obradoiros.
A menudo, regreso sin buscar nada, pensando que así, tal vez, lo encuentre Todo. Regreso allí vacío, como mi mochila cuando duerme sus sueños peregrinos. Porque solo desde el vacío puede uno llenarse.
Y a cada paso que doy, un trozo de mi ser se va quedando allí.
Enamorado.
Enamorándose...