Cuatro años después, ¿qué habrá sido de esa piedra? ¿Qué manos la quitarían de su sitio? ¿Qué piedra se habrá posado, tal vez, sobre mi piedra? ¿Qué lluvia habrá borrado mi grito y mi plegaria?
¿Dónde estará esa piedra? ¿En qué lugar del Camino la habrán dejado? ¿Quién la tendrá, tal vez, como un recuerdo, quién sabe si, quizá, como una ofrenda? ¿Qué piedra sostendrá mi piedra? ¿Qué viento la habrá sepultado para siempre?
Yo la encontré, la arranqué de su sitio y la llevé conmigo. Después, escribí sobre ella, al dictado de mi alma, con letra temblorosa y tinta corrida por la lluvia, un grito que, a su vez, era plegaria y recuerdo, dedicatoria y presencia.
Y una fecha...
Y allí la dejé, sobre un mojón de piedra, de los que guían pasos y evitan pérdidas, sobre otras piedras, piedras sobre piedras, en algún lugar de la meseta castellana.
Cuatro años después, ¿qué habrá sido de mi piedra?