Una parada, un descanso necesario, preciso respirar y llenar los pulmones de aire nuevo, recobrar el aliento tras el desaliento de la cuesta, descalzarme y dejar a la intemperie los pies hinchados y doloridos, cerrar los ojos, vaciar la mente, llenar el alma... De paz... De silencios... Silencio. Para escuchar cómo mis latidos se acompasan. Serenamente. Serena mente.
Con los ojos cerrados, dibujo los sueños imposibles. Me quedo con algunos para volver a soñarlos, por si hubiera posibilidades de cumplirlos. Desecho los caducos y los que se rompieron definitivamente. Inventario recuerdos de lo andado. Necesito abrir los ojos para mirar atrás y comprobar que el horizonte de lo andado se pierde en la lejanía, inalcanzable ya porque el camino no es posible desandarlo. Atrás quedaron los paraísos perdidos y también los pedregales, la senda interminable que siempre termina, el fango en que mis pies se hundieron sin remedio, la suave colina y la dura montaña que trepé con los dientes apretados, el oasis del río susurrando esperanzas, lavatorio del alma y de las manos sucias, el cielo descarnándose en tormenta y el dulce arcoíris que devuelve la sonrisa.
Vuelvo a cerrar los ojos y perfilo esa sonrisa para que no se desdibuje. Siento en mi rostro la brisa fresca de todos los amaneceres. Respiro hondo. Estoy aquí. Donde logré llegar, paso tras paso. Con paso firme, cuando tuve fuerzas para ello. Y cojeando, cuando los pies heridos me obligaron. Apoyado en el bastón en la dura pendiente de subida o de bajada. Y en la mano amiga, cuando fue necesario el empuje de otra mano.
Recuento presencias. No me falta nadie pero me faltas tú. Me acompañas, sin embargo, cuando nadie me acompaña. Te tengo y no. Te tengo y no.
Hora de seguir. De calzarme los zapatos, de anudarme los cordones, de volver a colocar la mochila en los hombros. Mi mochila llena de poemas sin versos, de versos sin palabras, de palabras sin letras, de letras sin papel, de papeles en blanco por si alguna vez me hacen falta para escribir poemas con versos y letras. De sueños renovados, de hondas convicciones, de nostalgias profundas, de pedazos de luna para que no me falte una luna llena en el cielo de mi noche ni en la noche de mi cielo. Llena de todos los que me llenan. Y vacía de vacíos.
Delante, el camino que aún resta por andar. En la lejanía, un nuevo horizonte al que dirigir mis pasos. Arriba, mi cielo infinito. La tierra, bajo mis pies. Hay que seguir andando.
Hay que seguir andando...