Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Dos caminos


Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo
y lamentablemente no pude recorrer los dos.
Y siendo yo un viajero solitario, largo tiempo me detuve.
Y miré por uno de ellos, tan lejos como pude
hasta donde se perdía en la maleza.

Entonces consideré el otro, tan recto como el anterior
y poseedor quizá de mejor derecho,
porque el pasto era más alto y deseaba ser recorrido
aunque quienes habían pasado por allí
los habían desgastado casi por igual.

Y esa mañana ambos se tendían
en hojas que ninguna pisada había ennegrecido
¡Ah, dejé el primero para otro día!
Y sin embargo, sabedor de que un camino lleva al otro,
dudé si alguna vez regresaría.

Debería decir esto con un suspiro
en algún momento, dentro de muchas eras;
dos caminos se bifurcaban en el bosque, y yo,
yo tomé el camino menos transitado.
Y esa ha sido la diferencia.

ROBERT FROST

Y cae y cae la lluvia

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(Fotografía.- Michael Pitt)

Días sin sol, como en la vida, cuando la lluvia diluye los colores y pinta de gris el cielo y todo el paisaje se ensombrece. Y cae y cae, sin pausa, desatada muchas veces y otras sin ganas, como si quisiera escaparse la vida a través de las gotas, empapando los pies y el alma, sobre todo el alma. Y cae y cae, enfangando el camino, borrando huellas de pisadas que fueron para que se dibujen otras nuevas, tan efímeras y fugaces como las primeras. Tiene la lluvia un vago secreto de ternura y, por eso, siempre acaba convirtiéndose en caricia. Pero primero batalla en una guerra que ella siempre inicia pero de la que nunca resulta vencedora. No combate el peregrino. Simplemente, camina bajo la lluvia, atravesándola, sabedor de que al final, como en la vida, siempre acaba saliendo el sol. Siempre.

El regreso al mundo

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(Fotografía.- Marcelo Argañaraz)
Acaba el Camino y regresas al mundo. Compostela es la frontera que divide ambas realidades. Y no es lo mismo transitar sus calles para llegar que para volver, después de haber llegado. No es la misma realidad la que atraviesas buscando el Obradoiro que aquella en la que te sumerges cuando el Camino está definitivamente concluido y quedan en la Plaza los últimos suspiros, las últimas emociones, los últimos silencios, las últimas miradas perdidas a ese infinito que es posible encontrar entre dos torres.

Compostela es la transición de tu propio mundo al mundo de todos. Tal vez por ello, allí, curiosa y paradójicamente, el peregrino es alguien al que no se le presta demasiada atención. Simplemente forma parte de un paisaje cotidiano, en el que se distingue por su ropa y su mochila y por poco más. En Compostela no hay deseos de “Buen Camino” porque allí el Camino es desembocadura y término. Allí, el peregrino es mirado con cierta indiferencia, tal vez porque no existe diferencia.

Tan solo es alguien más que regresa al mundo desde su mundo.