Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Escucha tu verdad

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(Fotografía.- Joy Oda)

El viaje espiritual es individual, personal. No puede ser organizado o regulado. No es cierto que todos deben seguir un camino. Escucha tu propia verdad.

RAM DASS

Ese Abrazo, ese Milagro

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(Fotografía.- Carlos Puebla)
Y ese Abrazo final, deteniendo el tiempo, estrechando todos los espacios, haciendo nuestros el tiempo y el espacio en ese paréntesis de nuestros cuerpos enlazados para atrapar en él la infinitud de nuestras Almas. Ese Abrazo, ese, tras el último paso, tras la última lágrima. Tras todos los cansancios, el Descanso final, apoyados el uno sobre el otro, el uno junto al otro, apretujando la Vida para Sentirla nuestra, toda nuestra, solo nuestra. Ese Abrazo, ese, ese Milagro, esa conjugación sin palabras del verbo Almar -que es Amar desde el Alma y con el Alma-, ese instante de Eternidad que creamos como si fuéramos dioses, allí, justo allí donde el Camino acaba para empezar de nuevo. Al fin y al cabo, el Camino, como la Vida, qué es sino una Inmensa Historia de Amor que siempre termina en un Abrazo que nos hace Eternos.

Compostela diciéndome adiós

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(Fotografía.- Noel Feáns)
Así me topé con el regalo de esa Compostela que creí definitivamente arrebatada por el amanecer y que volvía a aparecer ante mis ojos como nunca antes la había visto, casi en tinieblas porque el propio sol cegaba mi mirada. Una Compostela de la que me alejaba en vez de acercarme y que me decía adiós a cuatro voces, una por cada torre de su Catedral.

En ese momento, la sentí como madre que dice adiós desde el balcón y le pide a su niño que no tarde en volver, bendiciendo, en su sonrisa, el que el niño se vaya de paseo con su novia. Sentí que Compostela me Entregaba al Camino, como si diera el visto bueno a aquella relación que la relegaba a otro plano del Amor, sin perder el suyo. Tanto que el Camino me había llevado hasta Compostela, aquel día Compostela me llevaba hasta el Camino.

A pesar de recorrer sus calles esa misma mañana, a pesar de haberme detenido en el Obradoiro, a pesar de haberme topado en el carballal de San Lorenzo con el primer mojón jacobeo que indicaba los kilómetros que quedaban a Fisterra y a Muxía, hasta que no vi a Compostela en la distancia, cegado por el sol, diciéndome adiós, diciéndole adiós, no entendí que era justo allí donde el Camino y yo nos cogíamos por vez primera de la mano, como dos locos enamorados.

Y justo allí, el Camino empezó a hacer conmigo lo que quiso. Se desnudó, me desnudó, me dejó sin aliento... Y me llevó hasta el Mar...

Y andar

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(Fotografía.- https://www.instagram.com/p/BvKevtyDTQh/)




Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar... andar.

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER