Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Con ojos de niño

Y al llegar, sentir que el Camino nos ha hecho descubrir que es posible contemplarlo todo con ojos de niño...

(Fotografía: Robés.- http://www.robesfotografo.com/Ultreia_camino_de_Santiago.html)

Descontando días

Ya no cuento los días. Los descuento, en una cuenta atrás que acabará en el justo instante en que se inicie la cuenta hacia delante. Las últimas tachaduras en el calendario del alma, día a día, un día menos cada vez. Y un día más alimentando un sueño.

El tercer Camino… En realidad, está mal expresado porque el Camino es uno solo. Mejor, el tercer año de Camino, la tercera vez de un único Camino que se inicia sin un final determinado.

No vuelvo al Camino. Lo reanudo. Lo prosigo. Desde el mismo punto de partida de todas las veces anteriores: yo mismo. Porque es en mí donde empieza y donde acaba cada vez. Para continuarlo desde mí y hasta mí.

Ya no cuento los días. Los descuento. Tachando cifras en el calendario del alma que se quedó sin hojas que arrancar. En esta última, está marcado con un círculo rojo el día en que se inicia una cuenta hacia delante que acabará ante las plantas del Apóstol.

Nueve etapas más por el camino de la vida. Solo faltan nueve para volver a inundar el alma de la vida del Camino.

(Fotografía: Ramón Nómada.- https://www.facebook.com/ramon.nomada/photos_albums)

Lo esencial

"Lo esencial es invisible a los ojos" (Antoine de Saint-Exupéry.- "El Principito")

Más allá del hermoso paisaje, del bosque encantado y que encanta, de la estrecha y sombría corredoira, de todo lo que puede verse y admirarse, está lo esencial. Que es invisible a los ojos. O que solo puede contemplarse -y entenderse- desde las profundas miradas del alma.

Por eso, el Camino no hay que andarlo sino sentirlo.

Andarlo, tan solo nos hace caminantes, senderistas, amantes de las rutas y de los espacios naturales. O simples mochileros que tratan de escapar de la rutina, tal vez aventureros de ida y vuelta, tal vez descubridores de una forma ideal de pasar las vacaciones.

Sentirlo, en cambio, nos hace peregrinos. Porque solo al sentirlo somos capaces de descubrir lo esencial: que no es el peregrino quien hace al Camino sino que es el Camino quien hace al peregrino, en el justo momento en que se adueña de él y se le incrusta en la sangre y en los huesos. Enamorándolo.

Y un alma enamorada no mira lo que todos miran. Ni ve lo que todos ven.

Un alma enamorada es capaz de ver todo aquello que es invisible a los ojos.

Algunos le llaman Dios...

Lo de menos es el nombre...

Mi sombra en el Camino

Se alargan las sombras en los amaneceres del Camino. Sobre la tierra se dibuja la figura del peregrino que se eleva sobre ella. Le precede y alcanza primero los espacios del sendero que después pisarán sus pies.

La sombra va delante, siempre inalcanzable, bocetando la silueta de otro-yo que soy yo mismo. Se convierte en guía para los pasos certeros y para los equivocados. Punta de flecha que no se pinta y que solo marca el camino a quien la sombra pertenece.

La sombra sobre el Camino. En el Camino. Fundida con el Camino. Formando parte de él. El Camino es asfalto, arena, piedra, fango... Y sombra.

Se alarga mi sombra en los amaneceres del Camino.

Y en mi sombra, el Camino y yo nos hacemos uno. Inseparables. Indisolubles.