Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Escucha tu propia verdad

(Fotografía: José Carlos Callixto)



El viaje espiritual es individual, personal. No puede ser organizado o regulado. No es cierto que todos deben seguir un camino. Escucha tu propia verdad.

RAM DASS

Abrí los ojos

"Ahí me quedé solo y abrí lo más posible los ojos para que no se me escapara ni el menor detalle del mejor día de mi vida" (Annabel Pitcher)

(Fotografía: David Déniz García)

Almaneceres

Amanece, como un milagro repetido y regalado al peregrino. Los amaneceres del Camino son tan del alma, que debieran llamarse almaneceres.

Escucha la lejanía

(Fotografía.- Ranny Kang)



Mira a lo lejos, contempla
cuánto infinito, y es nuestro.

¿Y el azul?…¿lo estás leyendo?
Escucha la lejanía:
este silencio es su eco.

ANDRÉS TRAPIELLO

El Camino nos vuelve mágicos


En realidad, la magia está dentro de nosotros. Lo que logra el Camino es que aflore al exterior. Tal vez esa sea la auténtica magia del Camino: que deja al descubierto nuestra magia. Al desnudo. A la intemperie.

Creemos que descubrimos la magia en el paisaje que nos abruma y nos envuelve, en el bosque profundo, en la inmensidad inabarcable de un amanecer, en la propia soledad de andar solos y de estarlo verdaderamente. Y es cierto que existe ese halo invisible, ese hilo conductor que nos une el alma a la tierra, indisolublemente.

Pero la magia que no esperamos descubrir es la de la sonrisa haciendo frente al cansancio propio y ajeno, la de la mano tendida cuando las piernas flojean, la del deseo inacabable de que el Camino nos sea realmente bueno.

Y esa magia nos atrapa para siempre.

El Camino nos vuelve mágicos. O nos hace descubrir que lo somos.

No es posible sentir la plenitud de ser peregrino si no se cree en la magia...

Tu Camino

A través del recuerdo, de los sueños disfrazados de nostalgia, de las fotografías, propias y ajenas, que te sitúan de nuevo en un instante y en un lugar, vuelves a ese Camino que solo a ti te pertenece porque lo fuiste creando a cada paso.

Antes que tú lo anduvieras, solo existía el Camino de los otros, el Camino de las guías, el Camino milenario de la Historia y de las innumerables historias de tantos peregrinos que lo hicieron. Cuando tú lo hiciste, sin embargo, descubriste que el Camino no era algo que existiera de antemano. Que existían senderos, sí, y lugares y mapas y flechas que te indicaron direcciones inequívocas. Pero no existía tu Camino.

No existían de antemano los amaneceres que tú viste. Ni fue el mismo amanecer el que tú viste que el que otro contempló, por más que pareciera que ambos admirásteis el mismo milagro y al mismo tiempo. No existían previamente tus latidos ni tu cansancio ni aquel dolor que se te clavó en la piel del alma más que en el alma de la piel. No existía aquel silencio que te cogió desprevenido. Ni aquel instante en que reíste como nunca jamás lo habías hecho en tu vida. Ni aquel momento en que lloraste sin motivo aparente para hacerlo. Ni aquella soledad que fue tan tuya que te sentiste acompañado por toda la infinitud del Universo.

Te hiciste Camino haciendo tu Camino. Moldeándolo. Construyéndolo. Para que no se pareciera en nada al Camino de los otros ni al de las guías ni al de la Historia ni al de las pequeñas grandes historias de tantos peregrinos. Y por eso regresas cuando puedes. Desde el recuerdo o los sueños disfrazados de nostalgia. Desde las fotografías, propias o ajenas. O desde la realidad, si te es posible, de crear un paréntesis en el camino de la vida para volver a la Vida del Camino.

De tu Camino.