Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Auténticos peregrinos

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(Fotografía.- https://www.instagram.com/p/Cjx8rhkogGf/)

Lo que nos hace ser auténticos peregrinos no es el Camino en sí mismo sino la forma en que miramos el mundo cuando regresamos del Camino.

En lo alto del Alto de San Roque

(Fotografía.- Martina Carraro)
Atrás quedó Cebreiro, mágico y céltico, ahíto de leyenda y de milagro, de noche fría y púrpura amanecer, maremoto de nubes envolviendo el abismo infinito de Os Ancares, detenido en la orilla del Camino, Piedrafita abajo, invisible, tragado por la inquietante quietud de un cielo convertido en océano. Atrás quedó, misterioso, y la calle empedrada se volvió sendero que ascendía y descendía, elevándose el sol por el oriente, engullendo las nubes, disipando neblinas, compañero otra vez del caminante.

Y atrás quedó Liñares y el pedregoso tobogán entre abedules que acabó mudando en rampa de ascenso hasta lo alto. Y allí, en lo alto del Alto de San Roque, todo era inmensidad de verde y bronce: el Courel delante de los ojos, a la sombra del inmóvil peregrino que lucha contra el viento.

Allí recordé lo que escribió el poeta que soñaba primaveras con las esquinas rotas: "Me gusta el viento. No sé por qué, pero cuando camino contra el viento parece que me borra cosas. Quiero decir: cosas que quiero borrar".

Y seguí caminando, con el viento borrándome cosas y con el alma peregrina palpitando recuerdos que ni el viento jamás logrará borrar...

Sube, peregrino, sube


Multiplica por cuarenta y siete el esfuerzo, los latidos del corazón desbocado, sube, peregrino, sube, peldaño a peldaño. Deja el río atrás, abajo, deja que fluya en su corriente imparable bajo el puente, mañana volverás a él. Hoy toca alcanzar la cima del espejo de ciudad que sucumbió bajo el agua y contemplar el milagro de la antigua fortaleza levantada, piedra a piedra, como templo. Como tus pasos, levantados uno a uno, peldaño a peldaño, sobre otro puente. Multiplica por cuarenta y siete los pulsos del alma. Y sube, peregrino, sube, como quien sube la escalera de su propia existencia, sabiendo que la gloria siempre se encuentra en lo más alto.