Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Desgranando recuerdos

No es fácil desgranar recuerdos a modo de diario de un viaje terminado. Se agolpan, se mezclan, casi diría que luchan por escoger el mejor sitio del alma. No es lo mismo recordar desde el alma que hacerlo desde la mente. En el alma, los recuerdos se sobredimensionan y adquieren otras formas y otros tonos. Se vivifican, se intensifican hasta el estremecimiento. Tal vez algunos de ellos acaben cayendo en el profundo abismo del olvido, exhaustos de luchar por permanecer en la memoria.

Memorias de un peregrino. En realidad, no sé aun bien qué soy. Yo creo que soy un buscador. De mí mismo como parte de una inmensidad llamada mundo. De Dios como un “algo” creador de esa misma inmensidad. El Camino es una continua invitación a esa búsqueda del ser. En él consigo encontrar retazos de un yo-verdadero.

Mi tercer Camino… En realidad, cada año lo que hago es proseguirlo. Da igual el punto donde empiece. Los tres años he llegado a Compostela pero estoy convencido de que también da igual el punto donde acabe. Siempre salgo de casa y vuelvo a casa. El auténtico punto de partida está en el alma. Y allí mismo se encuentra el punto de llegada.

Compostela tan solo es una meta volante que marca un final y un nuevo inicio. Reconforta espiritualmente llegar ante las plantas del Apóstol. Pero el Camino es mucho más que eso. Pienso que cada punto de destino es, en sí mismo, una pequeña Compostela. Algún año, Santiago no será la meta. Y, entonces, el Camino seguirá siendo tan profundamente mágico como lo es ahora...

Un pedazo de mi historia

Antes de guardarla, repaso todos los sellos de mi Camino. Y me vienen a la memoria cada uno de los lugares en que fueron estampados. La credencial vacía anunciaba anhelos, preludiaba ilusiones ya cumplidas. Ahora, completa y multicolor, es el recuerdo material más preciado del peregrino.

En ella están impresos algo más que fechas y lugares de paso. Hay latidos y emociones, palabras y silencios estampados con tinta invisible.

Cada sello guarda, en sí mismo, un pedazo de mi historia...

Compañera de Camino

Compañera de Camino...

Durante cada paso de los miles de pasos que hemos dado, al compás y al descompás de nuestros pasos, tú delante, yo detrás, tú detrás, yo delante, uno junto al otro, codo con codo, palmo a palmo, centímetro a centímetro... "¿Vas bien? Sí, voy bien"... "¿Y tú vas bien? Sí, sí, voy bien"...

Durante cada instante de descanso y de cansancio, durante cada instante de doce días multiplicados por todos sus segundos, uno a uno, compañera de Camino, compañera de una realidad que empezamos a soñar mucho tiempo atrás...

No solo has sido. También has estado. A las duras y a las maduras. Para la risa y para el llanto. Y para saber que hay llantos que precisan un poquito de espacio íntimo, de soledad querida y requerida, llantos que solo es posible llorarlos solos. Otros, sin embargo, precisan del abrazo hondo, profundo, inmenso... Ha sido precioso llorar contigo... Y reír contigo...

Un Camino de dos... Y cada cual, un Camino...

No podíamos entrar en el Obradoiro de otra forma que cogidos de la mano... Como si fuéramos uno... En ese momento, solo podíamos ser uno, compañera... Solo uno... Un abrazo hondo, profundo, inmenso... Unitivo... Y en él, el abrazo de todos aquellos que nos quieren y a quienes queremos...

Ni te puedes imaginar cuánto me has enseñado, cuánto me has ayudado... "¿Vas bien? Sí, sí, voy bien"...

Solo puedo decirte gracias y que te quiero.

Tú ya sabes cuánto y cómo te quiero, compañera de Camino...