Pensamientos, reflexiones, experiencias, historias y vivencias acerca del Camino de Santiago

Un alto en el Camino

La soledad
buscada y requerida,
los pies descalzos,
liberados del ardor
de la larga travesía,
la espalda
sin mochila compañera,
el cuerpo detenido,
el alma
recobrando pulsaciones.

La mirada
tal vez absorta en un recuerdo
o en un presagio
que anticipa lugares y distancias.

Aunque sabe el peregrino
que, después, sus pasos
serán guiados por la magia,
por las huellas de otros peregrinos,
por el sol que acompaña y que calienta,
por el faro de las flechas amarillas.

Un alto en el Camino.
Siempre necesario
para seguir andando.
Con las botas cobijando
los pies reconfortados.
Con la mochila compañera
en la espalda.
Con el alma
desbocándose a cada paso.

(Fotografía: Daniel Schulz.- https://www.instagram.com/p/BeVGqTSDEdA/)

Tu camino interior

(Fotografía: Aly Margia.- https://www.instagram.com/p/Bd7ViN2hBwP/)




No busques nada fuera de ti mismo, todo lo llevas contigo. Eres el portador de todos los tesoros y no lo sabías. No se quebranten tus pies por inútiles caminos. Anda siempre por tu camino interior.

VICENTE HUIDOBRO

Ruinas de San Antón

Ruinas de San Antón: ¿amanecer de piedra o piedra amanecida? Asoman como una aparición. Y me invade la magia del lugar, jardín de piedra. ¿Quién, con qué romántica destreza, fue desconstruyendo el monasterio hasta dejarlo así, tan espectral, con tal exacta arquitectura de umbral de la melancolía? Al pasar bajo el arco, es como sin ingresara de nuevo –más perplejo esta vez- en el ambiguo enigma del camino.

EMILIO PEDRO GÓMEZ

Mirar atrás

De vez en cuando,
mirar atrás resulta necesario
para no olvidar
de dónde venimos,
para hacer recuento
de aquellos horizontes
conquistados
e inventariar las sendas
que pisamos
porque, en todas ellas,
quedaron marcadas
las huellas propias
de nuestros propios pasos.
De vez en cuando,
mirar atrás resulta necesario
para ver el paisaje
que quedó a nuestra espalda,
invisible a los ojos
cuando andamos,
tal vez la tormenta en lontananza,
la niebla atravesada,
el espasmo del bosque
desde fuera,
el viejo campanario
haciéndose pequeño,
el monte que bajamos
que vuelve a parecer inmenso
desde abajo.
De vez en cuando,
conviene detenernos
y sentir
que todo el Camino recorrido
nos pertenece
porque nos fue haciendo suyos
a cada paso.
Y entonces,
mirar atrás
siempre acaba resultando
imprescindible.

(Fotografía: Katya Oth.- https://www.instagram.com/p/BcbglVKlyYV/)

Hacer la mochila

Hacer una mochila es un ejercicio filosófico. Elegir algunas cosas. Renunciar a otras. Aligerar la carga. Vaciarse para dar lugar a nuevas experiencias. Desapegarse. Intuir adversidades. Correr riesgos. Estar en situación de perderlo todo.

La primera vez que hacemos una mochila la llenamos de cosas prescindibles. Llevamos quince prendas y usamos dos. Cargamos diez libros pero leemos uno. Al llegar a destino hay tantos objetos de más que difícilmente encontremos algo. Si buscamos el repelente aparecen las pastillas para el dolor de garganta. Si necesitamos algodón nos topamos con las polainas. Hacer las mochilas también forma parte del viaje. Es un arte, y de los más arduos. Aunque no iniciemos un viaje, todos deberíamos hacer una mochila de vez en cuando. Prescindir de lo superfluo e introducir en ella lo que más nos importa en la vida: los afectos, las experiencias que repetiríamos una y otra vez, los ideales, la música, los aromas, los sabores, los pequeños gestos.

Y no deberíamos perderla de vista. Ninguna otra persona nos la puede robar. Yo todavía no aprendí a hacer bien una mochila. Pero la de este año es mejor que la del anterior. Tiene menos objetos, más espacio. Hacer las mochilas también forma parte del viaje. Es un arte, y de los más arduos. Platón sugirió que filosofar es aprender a morir. Mejor sería que consistiera en hacer bien una mochila. 

ROXANA KREIMER